Hay un libro que se llama así. Robo esa frase esta noche, "la soledad del corredor de fondo", porque aún siendo el título de un libro que no he leído pero del que he oído hablar en algunas ocasiones, es un sentimiento que he experimentado muchas veces.
Y no sólo yo, sino seguramente todos nosotros corredores de fondo, hemos sufrido y disfrutado esa soledad que nos llena y castiga en este deporte que llevamos en la sangre y en el sentimiento. La disciplina y sacrificio que implica ser corredor de fondo hace que en ocasiones nos veamos solos en nuestro esfuerzo y nuestra propia búsqueda de los límites que el cuerpo y la mente nos imponen.
Nos enfrentamos continuamente a la incomprensión de los ajenos a ese sentimiento, a la crítica de aquellos que no conciben el tiempo dedicado a preparar nuestro cuerpo y nuestra mente para retos que a veces parecen escaparse de los límites del ser humano.
Pero cuando miro para atrás, indago en mi alma, y recuerdo las sensaciones y sentimientos experimentados en la búsqueda de esos límites antes mencionados, me doy cuenta de que he disfrutado del camino y del destino final, incluso cuando este no ha sido el esperado.
Me pongo mis zapatillas casi cada día para viajar con ellas a un mundo en el que sólo yo existo, donde experimiento las bondades y desdichas de esa soledad, la del corredor de fondo, que tanto me ayuda a comprender los demás roles que adquiero a lo largo de mi vida.
He hecho miles de kilómetros corriendo, he completado cinco maratones, casi veinte medias y muchas otras carreras de distancias menores. Pero todavía no he saciado ni creo que sacie pronto las ganas de seguir aprendiendo en esa soledad bendita que experimiento en todas y cada una de las zancadas que doy cada día.
Y es que si hay algo en este mundo que me pertenece, es la soledad, la mía, del corredor de fondo.
Y no sólo yo, sino seguramente todos nosotros corredores de fondo, hemos sufrido y disfrutado esa soledad que nos llena y castiga en este deporte que llevamos en la sangre y en el sentimiento. La disciplina y sacrificio que implica ser corredor de fondo hace que en ocasiones nos veamos solos en nuestro esfuerzo y nuestra propia búsqueda de los límites que el cuerpo y la mente nos imponen.
Nos enfrentamos continuamente a la incomprensión de los ajenos a ese sentimiento, a la crítica de aquellos que no conciben el tiempo dedicado a preparar nuestro cuerpo y nuestra mente para retos que a veces parecen escaparse de los límites del ser humano.
Pero cuando miro para atrás, indago en mi alma, y recuerdo las sensaciones y sentimientos experimentados en la búsqueda de esos límites antes mencionados, me doy cuenta de que he disfrutado del camino y del destino final, incluso cuando este no ha sido el esperado.
Me pongo mis zapatillas casi cada día para viajar con ellas a un mundo en el que sólo yo existo, donde experimiento las bondades y desdichas de esa soledad, la del corredor de fondo, que tanto me ayuda a comprender los demás roles que adquiero a lo largo de mi vida.
He hecho miles de kilómetros corriendo, he completado cinco maratones, casi veinte medias y muchas otras carreras de distancias menores. Pero todavía no he saciado ni creo que sacie pronto las ganas de seguir aprendiendo en esa soledad bendita que experimiento en todas y cada una de las zancadas que doy cada día.
Y es que si hay algo en este mundo que me pertenece, es la soledad, la mía, del corredor de fondo.