11 de diciembre de 2010

Maratón de San Sebastián. Datos y análisis

Tal y como hice hace un año, me dispongo a analizar los datos de la carrera, hacer un balance de la preparación y sacar unas conclusiones. Lo hago, al igual que hace un año, en voz alta desde mi blog. Tal vez a alguien le ayude o tal vez no, jeje.

LA PREPARACIÓN

Ha sido una preparación un tanto atípica. En muchos libros y revistas desaconsejarán preparar un maratón de esta forma, pero nosotros (yo como atleta y David como entrenador) consideramos en su momento que podría ser buena. La cuestión es que tras el parón que hice en verano y un mes de agosto de entrenamientos malos y esporádicos, empecé a entrenar con más seriedad en Septiembre. Apenas quedaban 12 semanas para el maratón y la base de la que partía en cuando a estado de forma era casi nula, por lo que decidimos empezar a entrenar esa base con muchas sesiones de fuerza, y decidir en Octubre si reconducir la preparación al maratón, o centrarnos en hacer alguna media. El resultado fue que empecé a asimilar muy bien los entrenamientos, y poco a poco fuimos teniendo cada vez más claro que correría el maratón a pesar de la posibilidad de llegar falto de kilómetros (por las pocas semanas) y falto también de ritmo de competición ya que (salvo la popular de Nonduermas en Septiembre) no fui a ninguna carrera a correr a tope.

Comparando los datos de esas 12 semanas con los datos de las últimas 12 semanas de mis tres anteriores maratones me encuentro lo siguiente:

Kilómetros totales:
San Sebastián 2010: 1028,639 Km. (85,7 Km por semana)
San Sebastián 2009: 919,162 Km. (76,6 Km por semana)
Madrid 2009: 972,580 Km. (81,1 Km por semana)
París 2008: 1013,069 Km. (84,4 Km por semana)

Viendo esto queda claro que si bien partía de una base muy pobre, durante esas doce semanas fui capaz de meter y asimilar muchos kilómetros, ya que cuando miro los datos semana a semana veo que en las nueve últimas semanas siempre hice mínimo 85 kilómetros (lo máximo fueron 98).

Por contra los rodajes largos esta vez han sido menos largos que para otros maratones, aunque han sido más numerosos. Lo máximo en kilómetros han sido dos rodajes de dos horas en los que hice respectivamente 27,52 Km y 26,21 Km. y la Volta a la Foia, carrera que participé a finales de Octubre, donde sumé otros 27,5 Km en 1h56'. Además aparte de la Media Maratón de San Javier, hubo otros cuatro rodajes por encima de 20 kilómetros.

En cuanto a competiciones previas tengo que decir que por primera vez afrontaba un maratón sin haber hecho marca personal en media durante la preparación. Esa falta de competición previa me dejaba una ligera duda en cuanto a mi rendimiento a la hora de exprimirme al máximo, pero por otro lado me permitió llegar muy fresco mentalmente y con muchas ganas de darlo todo.

LA CARRERA

Fui capaz de recoger los tiempos de paso cada cinco o diez kilómetros. Estos son:

Salida - Km. 5 --- 20'19" (a 4'04")
Km. 5 - Km. 10 --- 20'04" (a 4'01") -- Paso por el 10 en 40'23" a 4'02"
Km. 10 - Km. 20 --- 40'28" (a 4'03") -- Paso por el 20 en 1h20'51" a 4'03"
Km. 20 - Km. 25 --- 20'14" (a 4'03") -- Paso por el 25 en 1h41'05" a 4'03"
Km. 25 - Km. 30 --- 19'54" (a 3,59") -- Paso por el 30 en 2h00'59" a 4'02"
Km. 30 - Km. 40 --- 40'49" (a 4'05") -- Paso por el 40 en 2h41'48" a 4'03"
Km. 40 - Meta --- 9'07" (a 4'09") --- Para terminar en 2h50'55" a 4'03" de media.

Primera media - 1h25'20". Segunda media - 1h25'35".

Viendo estos datos se puede ver que fue una carrera bastante homogénea, quitando quizá los kilómetros del 25 al 30 donde aproveché mis buenas sensaciones y una zona sin viento para aumentar un poco el ritmo, y los últimos kilómetros donde me vine un poco abajo físicamente y mi ritmo cayó ligeramente, esquivando eso sí al famoso tío del mazo, que por tercer maratón consecutivo me respeta...

En cuanto a la evolución en puestos, decir que este año no dispongo de tantos datos como el año pasado, pero he visto que la media maratón la pasé en el puesto 213 llegando a meta en el puesto 163 (recuperando 50 posiciones).

CONCLUSIONES

Por supuesto de este maratón puedo sacar muchas conclusiones, algunas de las cuales expongo, otras se me olvidará ponerlas y otras directamente se quedarán en mi subconsciente.

1. Bien entrenadas, doce semanas son suficientes para afrontar un maratón con garantías.
2. El aspecto mental y la motivación son claves para hacer que dicha preparación sea efectiva. La base que ha sustentando mi preparación para esta carrera han sido las ganas y la motivación que tenía de desquitarme de todo haciendo una machada (como lo es para mi correr en 2h50).
3. El maratón es una carrera en la que el 80% es cabeza y el 20% piernas. Ese fue mi gran triunfo el otro día. Por un lado hacer una buena gestión de la táctica de la carrera y por otro hacer una buena gestión del sufrimiento por el frío durante todo el recorrido y del sufrimiento por el esfuerzo en los últimos 4 ó 5 kilómetros.
4. Cada vez que corro un maratón me doy cuenta de lo importante que han sido los anteriores. Es sin duda una distancia donde la experiencia es un grado importantísimo.
5. Esas típicas dudas sobre la ropa que llevar, si estrenar o no algo, si ponerme un pantalón u otro... cada vez estoy más convencido que lo único que hacen es ponerte nervioso. Tengo que decir que yo corrí con una camiseta térmica sin mangas debajo de la de tirantes. La compré el sábado por la tarde en San Sebastián. Iba a hacer frío, no me llevé (porque no tengo) ninguna camiseta para eso, y decidí comprarla y estrenarla en el maratón. Como no pensé en ello, pues no me molestó, todo lo contrario, me protegió del frío, del aire y de la lluvia cuando más molestaban.
6. Tengo el mejor entrenador del mundo, aunque esto lo sé desde hace tiempo.

No he buscado apenas y por tanto de momento no tengo fotos. Compraré las que me hizo la organización, pues fueron muchas y algunas de ellas muy muy chulas.

Dejo, eso sí, un enlace al vídeo de mi llegada.

Llegada a meta

Como último inciso comentar que este año ha cambiado la empresa organizadora. Quiero escribir una entrada hablando de esto, pues se suponía que iba a ser un cambio para mejor, y en mi opinión, aunque se ha mejorado algún aspecto, en general han ido para atrás. Pero esto lo dejo para otra entrada.

Salud !!

2 de diciembre de 2010

Maratón de San Sebastián. Mi crónica.

Domingo 28 de Noviembre de 2010. Nueve menos cuarto de la mañana. Parking de la Plaza de toros de Donostia. Tres grados de temperatura. Lluvia fina. Sigo trotando un par de minutos y me voy a la furgoneta. Allí están aún todos mis compañeros de expedición con los preparativos previos. Me quito el chándal, me pongo vaselina y algún último fleco antes de darle la mano a David con un “bueno máquina, que vaya todo bien”. Un gesto de complicidad y entendimiento mutuo; quizá él mejor que nadie sepa lo que pasa por mi cabeza y mi corazón en ese momento. Quizá yo también sepa lo que pasa por el suyo.

Allí se queda David mientras los demás nos vamos hacia la salida. Para de llover. Con un suave trote se hacen las nueve menos cinco, momento en el que Ángel y yo nos vamos haciendo hueco hasta meternos en el cajón de sub-tres horas. Esos cinco minutos pasan muy despacio, y además del emotivo abrazo que le doy a mi amigo Ángel antes de empezar, me dedico esos minutos a pensar en qué hago aquí, qué me ha motivado a venir y qué es lo que hoy me he propuesto...

“Carlitos, hoy tienes que hacer la carrera de tu vida. Hoy tienes que hacer 2h50. Dar un golpe en la mesa. Has dejado atrás unos meses malos, los peores en mucho tiempo. Has paliado ese malestar con la ilusión de volver a correr un maratón. Has sido metódico y concienzudo en el entreno. Hoy tienes que demostrarte a ti mismo que puedes hacerlo. Hoy sé que es el día y nada va a poder contigo esta mañana.”

Nueve de la mañana. Avenida de Madrid. Se inicia la cuenta atrás y se da la salida.

Salida atascada, pasan 13 segundos desde que se da el pistoletazo hasta que cruzo la alfombra. Los primeros metros busco los laterales para correr más suelto y adelantar a aquellos que han salido más lento que yo. Busco a Ángel con la mirada de vez en cuando. Siempre va detrás, unos metros, guardando mis espaldas. “Carlitos, contigo hasta el 15”. Eso es lo que me ha dicho. Algún giro un poco peligroso pero a esos ritmos no hay mucho mogollón y evitar las caídas y tropezones es más o menos fácil. Además poco a poco se va estirando la carrera. Hacemos el primer kilómetro mientras seguimos buscando el sitio. Miro el reloj. Hemos pasado sobre 4’15”. Los siguientes kilómetros vamos cogiendo ritmo. Hace muchísimo frío y ya llevo las manos heladas. Sé que va a ser así toda la carrera, así que decido no volver a pensar en ello. Kilómetro dos, kilómetro tres, kilómetro cuatro... empiezan a caer todos a 4 pelao. En el cartel del quinto, antes de entrar en Anoeta por primera vez, pico el crono: 20’19”. Estamos dentro del horario previsto.

Llevamos desde el cuarto kilómetro unos metros por detrás de un grupo del que tiran 3 atletas catalanes. Me propongo ir a por ellos y llegando al seis les damos alcance. Pienso que tal vez su ritmo es adecuado para mis intenciones de ir a 4 y que tal vez pueda descansar un poco a cola, pero pronto nos ponemos Ángel y yo en cabeza a marcar el ritmo. Cae el seis, el siete, el ocho... y ya el ritmo es un martilleo constante. Miro hacia atrás y veo que comando un grupo de 8 ó 10 corredores. Dejamos el Kursal a la izquierda para hacer su larga avenida de ida y vuelta. Nos cruzamos por primera vez con David que va en el grupo de las 2h30. Se le ve bastante bien. Pasamos el kilómetro nueve que es el tercero seguido que hago en 4 minutos justos. Seguimos hasta el final de la avenida donde hacemos el cambio de sentido. Pasamos por el cartel del kilómetro diez. 40’23”.

Del once al doce callejeamos hasta salir a la playa de la Concha. Llevamos un grupo delante con 8 ó 10 unidades con el que mantenemos la distancia. Mi mente quiere enlazar, pues soy consciente que pronto el aire va a empezar a dar de cara, y siempre será mejor ir resguardado. Se pone a llover, pero los kilómetros siguen cayendo sin darme cuenta. Once, doce... ya estamos en el paseo, vemos el Cantábrico, aunque apenas presto atención. Hace un poco de aire que da de cara y busco por momentos el cobijo de otros corredores. Para de llover, no ha sido para tanto. Dejamos la Concha tras el túnel. Ángel y yo nos destacamos del grupo en el que vamos y apretamos el paso. Algún vistazo al reloj me muestra que ha caído algún kilómetro en menos de 4 minutos. La larga avenida que contiene el kilómetro trece y el catorce nos permite enlazar con el grupo que nos precede al que damos alcance poco después de pasar el cartel del catorce. Me quedo en la cola del grupo un kilómetro entero. Tengo la sensación de que vamos muy despacio, pero supongo que será eso, una sensación. Tras un giro a la derecha pasamos el kilómetro quince.

¡¡ Hostia, 4’15” !!. Nos hemos parado mucho. Ángel ha hecho una maniobra por la izquierda y junto con otros dos corredores tira para adelante. Yo salgo por el lado derecho e intento irme con ellos. Me sacan 2 ó 3 metros y me está costando llegar. Se pone a llover y cae alguna que otra ráfaga de viento en contra. Se me queda el cuerpo helado, pero igual que antes con las manos, decido no pensar en ello. Poco a poco Ángel y sus dos compañeros de viaje se me van alejando y decido acomodar mi ritmo sabiendo que en breve daremos la vuelta en una rotonda y el recorrido será favorable durante unos cuántos kilómetros. Pasa el dieciséis, después el diecisiete y mantengo un ritmo alrededor de 4 poco el kilómetro. El grupo que un par de kilómetros antes he dejado atrás poco a poco va aumentando el ritmo. Al pasar por el diecisiete me dan alcance. Van más rápido que yo, pero ahora con el aire a favor decido que no necesito grupo, así que en lugar de intentar seguir tras ellos mantengo mi ritmo constante de 4 pelao. Me quedo. Alguna unidad se queda conmigo y durante un par de kilómetros o tres tengo compañía. Dieciocho, diecinueve, veinte... 1h20’51”, 40’28” desde el diez. Vamos bien, sin margen, pero bien.

Parece que por fin, tras veinte kilómetros, voy encontrándome a gusto con mi posición en carrera. He ido demasiado pendiente de los grupos los primeros quince kilómetros y eso me ha hecho no correr cómodo. Ahora es distinto. Me encuentro bien y a pesar de esos quince kilómetros voy dentro del horario previsto. Mientras pienso en todo eso paso por la media maratón en 1h25’20”. Mi idea era pasar sobre 1h25’ o un pelín más rápido, así que aún sin cumplir el mejor pronóstico, seguimos ahí. Caen el veintidós y el veintitrés, que son la antesala del segundo paso por el Estadio de Anoeta y fin de la primera vuelta grande. Al salir público que aplaude, y kilómetro veinticuatro al canto. El final de esa vuelta he regulado bastante, de hecho he ido un poco más despacio que el resto de la vuelta, pero salir de Anoeta y sentir el calor del público me anima. Además ya “sólo” queda una vuelta, y eso psicológicamente me hace un poco más fuerte. Es el momento que mejor me encuentro en toda la carrera y sin darme cuenta cada vez voy más deprisa. Paso por el veinticinco en 1h41’05”, 20’14” desde el veinte. Sigo encontrándome bien y las piernas corren solas. Empiezo a dar caza a corredores que se van quedando del grupo aquel que me pasó el en diecisiete. Me encuentro bien y además sé que del treinta al treintaycinco voy a perder tiempo porque el aire da de cara y pica un pelín para arriba, así que decido aprovechar este momento de inspiración y este callejeo a refugio del viento para seguir dando rienda suelta a mis ganas de correr. Paso el veintiséis, el veintisiete, el veintiocho, el veintinueve... Son kilómetros en los que me encuentro bien, adelanto posiciones, y además tengo la sensación de que no voy a tope, que aún me queda margen. Y llega el treinta, salida abierta a la playa de la Concha y de nuevo el Sr. Eolo tocando los cojones. Pico el crono otra vez. 2h00’59”. El lap muestra 19’54” desde el veinticinco.

En ese punto kilométrico dan Power-Gel de esos de glucosa y sales minerales. Decido coger uno. Lo había hablado con David los días previos. La idea es cogerlo y guardarlo en el bolsillo del guante, y si pego un petardazo muy grande, pues de perdidos al río, me lo tomo y listo. Pero claro, con las manos completamente heladas, con treinta kilómetros en las piernas, y corriendo a 4 pelao, cualquiera mete el Power-Gel de los huevos en el bolsillito del guante pensado para la llave del coche. Lo intento doblar, y nada. Lo intento meter primero por la parte que se abre, y nada. Lo intento al revés, tampoco... Decido ponérmelo en la cintura y sujetarlo con la goma del pantalón, pero a los 100 metros me doy cuenta de que está a punto de colarse. Decido llevarlo en la mano, pero están muy frías y me molesta. Lo cambio de mano. Tampoco. Y cuando estoy hasta los cojones de marear la perdiz con el gel, decido que no voy a pegar el petardazo y lo tiro a la mierda. Al momento paso por el treintaycuatro, se han pasado casi cuatro kilómetros… Con el tema del gel resuelto, se pone otra vez a llover y esta vez lo hace con más violencia. Sigue haciendo muchísimo frío y esta vez la lluvia empapa, así que la sensación es bastante mala. Además quedan unos cuantos metros aún en los que el aire da de cara a ráfagas, lo que hace que se te pegue la ropa mojada... He decidido no pensar en ello, pero joder, molesta mucho. Lo bueno es que pronto giro para volver a tener el aire a favor y además pronto para de nuevo de llover. Paso el treitaycinco y aunque lo intento, no atino a darle al crono, así que no sé el parcial. Empiezo a estar muy cansado.

A pesar de ir ligeramente cuesta abajo y con aire a favor, mis piernas ya no van frescas y mi ritmo empieza a atascarse. Me cuesta calcularlo cuando miro el crono, pero intuyo que ya voy algo más lento de 4. Paso el treintayseis y vuelvo a esa larga avenida. La sensación de saber que a partir de ahora me voy acercando a la meta me refuerza mentalmente, pero la sensación de que me voy a quedar dentro de poco sin fuerzas me come la moral paso a paso. Me ayuda ver que en los últimos doce o trece kilómetros he adelantado a mucha gente y a mí sólo me han adelantado dos. Pero no tengo claro que vaya a aguantar así mucho tiempo. Cae el treintaysiete y sigo escaso de fuerzas. Al poco llega la rotonda que precede al último paso por el túnel. Ahí está la única subida complicada de verdad de todo el maratón. Recordando las palabras de mi amigo Vicente, la subo con mucha precaución, pues prefiero perder 5 segundos en esos 100 metros de cuesta que pagar el esfuerzo en los últimos cuatro kilómetros y medio. Llego al túnel y voy de nuevo metiendo ritmo. Salgo del túnel y en ese tramo que es algo más favorable intento dar de nuevo una buena cadencia a las piernas. Paso el treintayocho. Lo intento, sí, pero voy muy justo. Más bien diría que voy vacío. Mi zancada se acorta, mi respiración no es fluida y los golpes en el asfalto machacan toda mi musculatura violenta y dolorosamente. No consigo adivinar cuánto margen llevo para hacer 2h50, pero sé que cada vez es menos, que cada kilómetro se come un trocito de ese reto que me he marcado. Y entonces pienso, recuerdo, enfoco mi pensamiento en una motivación: He venido aquí a hacer 2h50 y yo me vuelvo a Murcia con 2h50. Intento alargar la zancada, respirar fluidamente, aguantar el dolor y sacar esa capacidad de sufrimiento que entreno cada vez que hago series. Noto que el público anima, pero es apenas perceptible dentro de mi cabeza. No pienso, corro. Limpio mi mente de toda sensación de agonía, intento paliar el calvario, y cuando me vuelvo débil, recuerdo por qué estoy hoy aquí, recuerdo que me lo he propuesto a mí mismo, me recuerdo, para que no se me olvide, que me lo debo, que tengo que hacer la carrera de mi vida. Me obligo a recordar que entrenar este maratón ha sido la vía de escape, lo que me ha mantenido en pie y me ha ayudado a superar unos meses que han sido complicados. Me recuerdo a mí mismo que todo ese esfuerzo sólo puede terminar de una manera: culminando el objetivo. Paso el cuarenta y a pesar del frío, esta vez si marco el lap. 2h41’48”, 40’49” desde el treinta.

Tengo poco más de nueve minutos para dos kilómetros doscientos metros. Aprieto los dientes como nunca y tiro de cabeza. Me planteo ese primer kilómetro como una de esas series de mil que hago en la pista. El público se vuelca y nos da ánimo. Sigo mirando al suelo, no puedo casi ni levantar la cabeza, pero consigo ver que estoy a punto de girar para empezar la vuelta por el exterior de Anoeta. Y también sé que nada más girar está el cuarentayuno. Giro y el adoquín me hace daño. Paso el cartel, miro el reloj y veo que desde que marqué el lap en el cuarenta han pasado 4’10”. La gente anima fuerte, te llevan, pero me cuesta mantener el ritmo, ya voy vacío. Sigo en mi esfuerzo y oigo una voz familiar “vengaaaaa!!!!” miro a la derecha y veo a David envuelto en su manta térmica aupado en las escaleras que llevan al coche. Las escaleras son su mirador improvisado. “Vamos Carlitooooos!!!!! Grandeeeeee!!!!”. Sus palabras me emocionan y me dan el último empujón, el definitivo. Al fin y al cabo esto va también por él. Termino el largísimo giro por fuera de Anoeta y por fin entro al estadio. La sensación de pisar el tartán mojado se me hace extraña, pero intento mantener el ritmo. Paso por el cuarentaydos, me falta el pico, los cientonoventaycinco metros, y al mirar el crono veo que llevo 8’20” desde el cuarenta. También veo que tengo 51” para hacer los casi 200 metros si quiero bajar de 2h51’. Hago un amago mental de entregarme, ya da igual, me quiero dejar llevar, pero consigo dejar la mente en blanco para exprimir las últimas fuerzas que me quedan. Doy el último cambio que tengo en las piernas para intentar bajar de 2h51’. Apuro el esfuerzo a muerte y entro en la recta. Sigo, sigo, sigo, sigo y a falta de unos 30 metros miro el reloj. Lo veo claro, va a ser menos de 2h51. Cierro los puños en señal de victoria, agito el brazo derecho tres veces, cada una de ellas acompañado de un sonoro “tomaaaa!!", y paso por debajo del arco de meta.

Voy parando poco a poco hasta ponerme a andar. Resoplo, busco a Ángel pero no lo veo. Me voy hacia una valla de aproximadamente un metro de altura. Exhausto físicamente, me inclino y agacho la cabeza apoyándola sobre las muñecas, que se entrelazaban entre ellas sobre dicha valla. Exhausto mentalmente, muevo los brazos dejando estos apoyados en la valla y tapándome la cara con las manos. Exhausto mentalmente me digo a mí mismo: "todo se ha terminado, lo has conseguido". Exhausto mentalmente y cada vez más emocionado, empiezo a llorar y a soltar toda la tensión contenida durante tantos y tantos meses. Preparar este maratón era la vía de escape, el renacimiento, el giro, la inflexión... el reto: yo contra todo. Y gané, otras veces no, pero hoy gané.