Hoy he vuelto a soñar... despierto

Todo comienza al terminar la lazada.

Al momento se abren los pulmones, se acelera el corazón, se regula la respiración y se golpea el asfalto, eso sí, suave y acompasadamente. Los primeros pasos, perdón, zancadas, son fríos. Cuesta coger ritmo, encontrar sensaciones, pero poco a poco la velocidad aumenta y el sudor aparece. Las sensaciones, las que cuesta encontrar al principio, se van dejando ver, perdón, haciendo sentir.

La lluvia nos golpea el cuerpo, o lo refresca, a veces. El Sol castiga nuestra sed y nos invita al cansancio prematuro, o nos ilumina la belleza del camino que hacemos, perdón, corremos, a veces. El frío enviste nuestra débil apariencia o sublime resistencia, según quién juzgue. El viento, con sus silbidos groseros e indiscriminados nos invita a la lucha contra él, o nos lleva en volandas, a veces. Nos arrullan y cuidan las farolas y luces en las solitarias noches del corredor de fondo. Quizá queriendo que veamos nuestros pasos, perdón, zancadas. O quizá son sólo testigos casuales de nuestra plena libertad, como lo son la lluvia, el Sol, el frío o el viento, a veces.

Volvemos, terminamos, la fatiga ha ido poco a poco ganándole terreno a nuestras fuerzas, y deja paso a la sensación agridulce de haber completado otro día más nuestra carrera diaria. Estoy contento, porque hoy durante un rato he vuelto a soñar que soy plenamente feliz. Estoy triste, porque terminó ese momento, que es el mejor del día.