24 de octubre de 2007

Medio Maratón de Molina de Segura


Allí fui, un domingo por la mañana con ganas de acabar la temporada de carreras disfrutando de un circuito sinuoso y rompepiernas, lleno de subidas y bajadas con calles estrechas, de esos que hacen daño en los que es difícil mantener un ritmo constante. Además el abandono de los entrenamientos desde Berlín y el abuso de las cervezas, copas y algún que otro cigarrillo, me llevaron a la salida con la sana intención de disfrutar del recorrido y hacer un tiempo decente.


Pero me pudo el entusiasmo y en el kilómetro 3, al mirar el crono y ver 12:20, y notar que empezaba a entrecortar en exceso la respiración, me dije a mí mismo que si seguía así iba a sufrir mucho al final. Decidí aflojar el ritmo y rodar, que eran muchos km acumulados este año y tampoco estaba yo para grandes hazañas. Me adelantaron unos cuantos grupos hasta el km 8 más o menos y ahí encontré un grupeto bueno con el que fui hasta el km 16 más o menos. En el 10 marcabamos 43:19 y el 15 1:06:09, haciendo el parcial de esos 5 km más lento que la mayoría que los parciales que marqué en Berlín. Pero es que no estaba para más... Aún así a partir del 16 me encontré fuerte y cambié el ritmo para hacer un tiempo final de 1:31:58, más de 4 minutos por encima de mi mejor marca hace algo más de un mes en Lorca, pero suficiente y satisfactorio dadas las circunstancias. Al acabar medallita (la primera que me dan en una media) y un poco de post-carrera charlando con otros atletas.


Después a comer con mi amigos Paco Dimás y Luci, que fueron a verme llegar y a descansar de la competición de larga distancia, que lo tengo merecido, hasta por lo menos enero o febrero.


Ahora toca dejar caer el estado de forma para empezar otra vez fuerte en diciembre y llegar a tope a abril, donde intentaré bajar las 3 horas 16 minutos de Berlín en alguna maratón, seguramente en París. A este respecto, espero que alguno de los que os pasáis de vez en cuando por este blog vayáis también a París y entre todos seamos capaces de hacer un sub-3, o al menos quedarnos cerca. Iñaqui, ¿me ayudarás a conseguirlo?, jeje.


Aprovecho para mandar algunos mensajes:

Iñaqui: Creo que un corredor experimentado y de buen nivel como tú me puede ayudar con buenos consejos a mejorar cada día y a conseguir romper la barrera de las 3 horas el próximo año.

Chorus: 2 segundos no son nada, aunque en tu caso puedan ser la diferencia entre la plena satisfacción y la sensación agria de quedarte a punto de alcanzar un sueño. Tal vez el asfalto está guardando una ocasión mejor para batir las 3 horas, y lo hagas a lo grande la próxima vez.

Lorenzo: Tu momento está a punto de llegar. Tu preparación es inmejorable y si gestionas bien tus fuerzas y tus sensaciones, seguro que haces de la Maratón de Nueva York 2007 un momento inolvidable para ti y para los que están a tu lado.


Saludos cordiales.

Pasando por meta en la primera vuelta en Molina de Segura

17 de octubre de 2007

Mis dos medallas... mis dos tesoros




Berlín
30 Sep 2007
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MIS TESOROS



New York City
5 Nov 2006
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Esta entrada es un pequeño homenaje a todos aquellos que han conseguido acabar una maratón

10 de octubre de 2007

Retrospecto - New York City Marathon (3 de 3)

Aviso, es muy largo, pero es el relato de los últimos km de mi primera maratón. Lo escribí (tal cual lo publico) un par de semanas después de correr aquel día. Hoy, diez días después de correr en Berlín mi segunda maratón, y algo más de tres semanas antes de una nueva edición de la Maratón de Nueva York, me parece el momento perfecto de cerrar el relato. Lo continuo donde lo dejé, en el famoso y temido Puente de Queensboro.

El Puente de Queensboro
Este puente merece su propio apartado, lo describo brevemente. Es un puente con dos niveles, el inferior y el superior, como eslógico. A los corredores nos meten por el nivel inferior, por lo tanto tenemos un techo a unos tres metros de altura. Corremos por el carril izquierdo, por el que vendrían los coches de frente si no cortaran el tráfico. A la derecha tenemos un muro de hormigón de un metro de altura que separa nuestro carril del carril por el que irían los coches en la misma dirección que nosotros. Ese otro carril está vacío, pues no hay ni coches, ni público, ni corredores. Un poco más a la derecha otro muro de hormigón de un metro de altura y los hierros y barras que sujetan el puente, que hacen que la visión sea casi nula. A la izquierda tenemos un tercer muro de hormigón de un metro de altura, que también se une mediante hierros y barras de hierro con el techo. No hay vistas, y por lo tanto la sensación de claustrofobia es importante. Es bastante oscuro, y además no hay público, y según vamos entrando poco a poco y sufriendo la pendiente suave pero continua y sin descanso, el sonido de los incondicionales que nos animan va desapareciendo detrás de nosotros. Y entonces la mente empieza a hacer de las suyas, porque empieza a ser interminable el tramo que une Queens y Manhattan. El sonido, todo sonido que me ha acompañado toda la carrera desaparece, y es el ruido de las miles de zapatillas golpeando el asfalto lo único que me acompaña. Al cabo de un rato paso por un par de zonas en las que la oscuridad es casi absoluta, y tengo que tener cuidado para no tropezar con el corredor que me precede. Pero esas zonas oscuras me marcan que estoy en la mitad, justo en la mitad, del puente. Y a partir de ahí la pendiente empieza a ser favorable. La sensación de claustrofobia y soledad no amaina, pero al menos el esfuerzo es menor. Poco a poco me voy acercando, y lo sé, al final del puente, y poco a poco también empiezo a oír el griterío del público que está esperando en la primera avenida de Manhattan. Pero sigo sin ver nada dentro de ese largo y tedioso puente. Al cabo de otro rato cojo una salida a mano izquierda, y por fin salgo del puente, y lo que ven mis ojos es una valla a mi izquierda, y al frente una gra multitud gritando y animando a los que estamos sufriendo el palizón de la maratón de Nueva York. Me espera una bajada de unos cien metros, y cuanto más abajo estoy mi campo de visión aumenta y mi emoción también, al ver como toda esa gente, todo ese público está esperando a que pasemos los corredores. Me dan ganas de llorar, pero en lugar de eso me fijo que justo al salir del puente pasamos por el cartel de milla 16, es decir, 10 millas, 16 kilómetros para la meta. Y aquí tomo otra decisión importante en la carrera, pues decido por primera vez desde el kilómetro 5 volver a cambiar el ritmo y tratar de exprimir las fuerzas que me quedan en los kilómetros finales. Tomo una curva de izquierdas de 270º que me mete en la Primera Avenida de Manhattan, que está vallada como en la Vuelta a España, y en la que veo cuatro y cinco filas de público absolutamente volcado con nosotros, y estoy, me digo, corriendo por Manhattan y disfrutando del aliento del público.


La Primera Avenida

La primera Avenida es bastante ancha, por lo que decido coger la parte izquierda de la carretera y poner un ritmo más fuerte del que llevaba. Calculo y considero que pasar por el kilómetro 30 por debajo de 2h23' sería señal de que me estoy saliendo. Sigo por tanto con la cabeza concentrada en mi ritmo, y paso por el cartel de dicho kilómetro en 2h22'29”, pulverizando una vez más el pronóstico más optimista. Pero aún me quedan un par de kilómetros por esa avenida antes de dejar Manhattan para hacer una pequeña incursión en el Bronx. Ahí, en los últimos kilómetros de la Primera Avenida, empiezo a tener los primeros síntomas de flaqueza y tras pasar por el kilómetro 30 decido bajar otra vez el ritmo un poco, pues me quedan más de 10 kilómetros que no son ninguna broma. Y con esas, y tras la enésima subidita, entro en el puente que une Manhattan y el Bronx. Este puente no es claustrofóbico porque no tiene techo, y no tiene tampoco ni mucha longitud ni mucha pendiente, pero es un puente que en vez de asfalto tiene rejilla, y a la rejilla le ponen encima una moqueta naranja. La sensación, tras 32 kilómetros corriendo por asfalto es rara, y los gemelos se te cargan levemente. A pesar de eso yo sigo adelantando corredores, y me planto en el Bronx con ganas de seguir recortándole metros a la mejor carrera del mundo.

El Bronx
El cansancio empieza a ser patente, y por primera vez desde que sonó el pistoletazo de salida empiezo a sufrir de verdad, y a entender la grandeza y dureza de acabar una maratón. Pero me quedan fuerzas suficientes para mantener un ritmo vivo a pesar de que el último puente, con su moqueta, ha dejado huella en mis piernas. El Bronx está también lleno de público que se ha decidido a perder la mañana viendo cómo pasamos por su barrio, por sus calles, con el orgullo de querer acabar la maratón más impresionante de todas las que se celebran. Toda la carrera, a pesar de haber transcurrido sin viento, ha hecho bastante frío, y a estas alturas sigue haciéndolo. De hecho, mis manos están echando mucho de menos los guantes que lancé al cielo en algún momento en el Puente deVerrazano hace ya casi tres horas. Al doblar una de las pocas curvas que hay en el Bronx, todas a la izquierda, un termómetro me revela que la temperatura es de 9º. Y con esa temperatura encaro el último puente, el quinto de cinco, en el cual una policía bromista nos dice a los corredores “Please leave The Bronx right now” (por favor abandonar El Bronx ahora mismo). Me dan ganas de decirle que de eso se trata, pero prefiero seguir corriendo y no meterme con las autoridades, y menos en Estados Unidos. Y tras pasar ese puente, me preparo para entrar, ahora sí por última vez, de nuevo en Manhattan por la QuintaAvenida.

La Quinta Avenida
Salgo del puente y hago una chicanne, curva a la derecha y luego a la izquierda para encarar la Quinta Avenida. Allí nos esperan, en el Harlem, grupos de gospel cantando y tocando música. El ambiente es impresionante, con las gentes de este barrio haciendo ruido y disfrutando del sufrimiento que llevamos. Yo ya voy un poco cascado, si bien el ritmo y las sensaciones siguen siendo buenas. El kilómetro 35 me dirá de todas maneras si he bajado mucho el ritmo con respecto a los kilómetros anteriores, y paso por este kilómetro con un tiempo de 2h46'34”, que a pesar de que supone que los 5 últimos kilómetros los he hecho en 24'05”, que es un poco más despacio que el ritmo que llevo desde el kilómetro 5, sigue siendo un ritmo fuerte que me llevará a meta en unos cuantos minutos menos de tres horas y media, objetivo impensable cuando empecé la carrera. Antes de afrontar la milla 22 rodeo un parque, para lo cual hago una curva de derechas, otra de izquierda, paso el cartel de dicha milla 22, otra curva a la izquierda, y luego otra a la derecha para afrontar de nuevo la larga recta que supone la Quinta Avenida. Sigo con mi ritmo otra milla más, y cuando paso por el cartel de la milla 23 miro mi reloj y compruebo que paso en 2h59'. Recuerdo entonces que mi entrenamiento más largo fueron precisamente 23 millas, y que tardé 4 horas en hacerlo, es decir, que me he comido una hora en esta carrera. Y claro, todo a partir de ahora es nuevo, y aparece el gran muro que tiene preparado esta jodida maratón. De la milla 23 a la milla 24 es subida, con una pendiente no muy fuerte, pero constante, y además me está pillando de imprevisto porque me esperaba esta cuesta ya dentro de Central Park. La calzada de la QuintaAvenida es ancha, pero hay mucho público y no hay vallas, así que la gente, cual etapa del Tourmalet en el Tour de Francia, se mete dentro de la carretera para animar. Y allí me encuentro yo, corriendo, subiendo y sufriendo como los ciclistas en las etapas de montaña, con la gente encima de mí gritando y animando, exigiéndome el último esfuerzo antes de llegar a la meta. Se me hace durísima esta milla que es esta subida. Se me hace tan dura que por fin, cuando acabo la subida y hago una curva a la derecha que me mete en Central Park, voy absolutamente fundido y sin fuerzas. Me salva la excitación de entrar en Central Park que empuja de mí para intentar llegar a meta lo antes posible.

Central Park
La entrada a Central Park me recibe con una bien merecida bajada y el cartel de la milla 24. Este cartel me recuerda que me quedan apenas 2.2 millas para llegar a la tan ansiada meta y terminar la carrera. Voy absolutamente fundido, así que decido mirar el crono en la milla 24 y después en la 25 para saber el ritmo que llevo en estos últimos compases de la carrera. Entre los dos carteles trato de dejarme llevar por el numeroso público que ha venido a ver el final de la carrera. Al pasar por la milla 25, y dado el gran cansancio que acumulo, ni siquiera soy capaz de acordarme del tiempo con el que pasado por la milla anterior. Voy tan fundido que mi mente ni siquiera es capaz de calcular de manera aproximada el tiempo que tardaré en llegar a meta y por tanto, cuál va a ser, más o menos, el tiempo final. Además el cartel de la milla 25 me indica que, al ser la maratón 26,2 millas, me quedan apenas 1,2 millas para el final. Sigo con mi agarrotamiento, y además se da la circunstancia de que en el último punto de avituallamiento, a pesar de tener bastante sed decido no coger agua. Para beber agua, tengo que parar y andar. Tal y como voy si paro a beber mis piernas no van a saber ponerse de nuevo a correr, así que sigo pensando que no queda nada para acabar. Llega el cartel que indica que queda 1 milla para llegar a meta. ¡¡No puede ser!!, hace mucho rato que he pasado el cartel de la milla 25, no puede ser que desde entonces sólo haya corrido 0,2 millas, es decir, algo más de 300 metros. Me invade el desasosiego de pensar que voy pisando huevos, que mis piernas ya no me responden, que mi cabeza no puede pensar… y con estos pensamientos salgo de Central Park para recorrer de este a oeste, por la calle Park South, la parte sur del parque. Más o menos a la mitad de la calle Park South me encuentro con el cartel de 0,5 millas para el final y cinco metros después con el cartel de 800 metros para el final. Me empiezo a desesperar de nuevo porque no me veo capaz de correr esa ínfima distancia. Pienso para animarme que son dos vueltas a una pista de atletismo, dos jodidas vueltas. Entonces llegamos a Columbus Circus, apenas unos 300 metros más adelante, donde me espera una gran pantalla gigante, que recoge las imágenes de una cámara que enfoca justo por donde paso al mirar la pantalla. Me veo en esa gran pantalla y tras girar a la derecha para volver a entrar en Central Park, llega otro subidón de adrenalina, pues ya dentro del parque y después de hacer una leve curva a la izquierda, a unos 200 metros puedo ver la meta, la tan ansiada y deseada línea de llegada. Según entro en la recta veo cómo el cronómetro oficial, el que empezó a contar con el pistoletazo de salida, cambia de 3:24:59 a 3:25:00, y como sé que yo salí casi tres minutos más tarde, calculo que voy a llegar en algo menos de 3 horas 23 minutos, toda una hazaña, pulverizando todas las expectativas, incluso las más optimistas que me hacían en la meta en 3 horas 40 minutos. Ahí me recreo, saludo al público yme preparo para uno de los mejores recuerdos que me va a dejar mi vida, la entrada en la meta de mi primera maratón, en la más grande de todas, en la de Nueva York, que como pensé por la mañana, se rinde a mis pies a pesar del mal trago que me ha hecho pasar los últimos 4 kilómetros.

Entro en meta levantando los brazos con mi pañuelo blanco en la mano derecha. Orgulloso, feliz y contento, grito para soltar la adrenalina del momento y dejo que amablemente un voluntario me cuelgue la medalla más merecida de mi vida. Ha sido sin duda una experiencia que me marcará para siempre, la maratón de Nueva York, y ha sido sin duda un logro personal acabarla en mucho menos de cuatro horas. Ahí queda eso, que no es poco y como se dice en mi tierra, con dos cojones.

8 de octubre de 2007

Maratón de Berlín - La Crónica

Una vez leí que la dureza de una maratón no está en su perfil, en su climatología o en su altitud; la verdadera dureza está en su distancia, es decir, en los 42195 metros que separan la salida de la llegada. Yo me lo creí, pues lo el que lo escribía es una voz autorizada de esto, pero el domingo 30 de Septiembre lo supe. Los seis últimos kilómetros de la Maratón de Berlín, plana, con buen clima y condiciones perfectas, fueron uno de los peores momentos de mi vida en cuanto a sufrimiento físico se refiere. Pero bueno, esa es la grandeza del maratón, superar esos momentos y aguantar el sufrimiento...

El sábado 29 llego a Berlín a las 10 de la mañana (en el vuelo de Iñaqui (Zabaldu), uno de los que siempre dejan unas líneas por aquí) y llamo por teléfono al apartamento que había reservado. Me dice la casera dueña que hasta las dos de la tarde no puedo hacer el check-in, así que me veo con mi maletón en el aeropuerto sin saber que hacer. Decido ir a la feria del corredor a recoger mi dorsal, para lo cual tengo que cruzar Berlín entero. Salgo de allí y cojo el metro para ir al apartamento pues me queda más o menos una hora de trayecto. Llego a las dos y hago el check-in. Me planteo que son casi las tres y que aún no he comido, y decido salir a comer algo, si bien antes quiero ver lo que hay en la bolsa... ¡¡¡¡ Hostias, no llevo el chip !!!!, no va dentro de la bolsa del corredor y veo un código de barras escrita en esta... Joder, había que recogerlo aparte...

Salgo estresado, me como un plato de pasta (buenísima por 3€) en un pizza-pasta al lado del apartamento y vuelvo a cruzar Berlín (en metro, por supuesto) para ir a la feria a por mi chip. También compro, ya que voy con más calma, algo de ropa deportiva y una jarra para el ganador (futuro entonces) de la porra. Al final vuelvo al apartamento cerca de las ocho estresado y con dolor en el pie derecho pues a medio camino con la lluvia la bolsa con la jarra se me ha caído y la he parado (instinto reflejo) con el pie. No sólo me he hecho daño si no que encima a pesar de mi esfuerzo se ha roto. Quería haber corrido media horica para afinar los músculos pues llevaba sin correr desde el jueves, pero no pude. Mal comienzo para un fin de semana de maratón.

El domingo me levanto más tarde de lo deseado y no me da tiempo ni a comer bien ni a llegar tranquilo a la salida. Mi cajón es el E (sub 3:30) y a las 8:57 estoy aún buscando la entrada. Consigo encontrarla casi mientras dan el pistoletazo y Haile empieza su gran hazaña. Yo paso por la salida algo más de 3 minutos después. Los primeros kilómetros, como siempre, de tanteo para ver cómo me encuentro de sensaciones. He decidido salir de manga larga con tirantes encima por si me da calor. En el tercer kilómetro tiro la camiseta de manga larga y decido correr en tirantes. A esas alturas ya sé que hoy no voy fino, pero el entrenamiento tiene que dar sus frutos y pongo marcha de 4'25" el Km. De ahí a la media maratón me limito a rodar a tren, marcando los miles entre 4'20" y 4'30" el Km. Me molesta mucho beber agua en vasos, pero no hay más remedio.

El paso por la media lo hago en algo menos de 1h34', y pienso que dado que no tengo buenas sensaciones, lo mejor es mantener el ritmo para que cuando tenga que empezar a regular para bajar de 3h10' pueda jugar con un par de minutos de márgen. Y así sigo hasta el Km 32 donde empiezo a hacer cuentas. Según el paso por ese km, puedo permitirme hacer los 10 km que me quedan a 5' por km y aún así estaría en algo menos de 3h10', pero empiezo a ver que voy a tener que sufrir. A pesar de ir exprimiendo fuerzas sigo rodando por debajo de 4'30" hasta el 35, donde empiezo a notar que mis piernas no quieren correr más, y los gemelos y contramuslos se agarrotan. Aguanto hasta el 36 donde, tras mucha lucha psicológica contra mi dolor, tengo que dejar de correr. Miro mi crono y veo que llevo 2h40' y que me quedan 6 km, pero no puedo ni andar, y calculo que voy a tardar más de una hora andando en hacer esos 6 km. Todo se desvanece y pienso que me voy a ir a casi 4 horas porque mis piernas no pueden moverse y tengo la sensación de que mis gemelos van a explotar.

Y allí estoy, andando, casi cogeando pues no sé cómo apoyar los pies para no sentir dolor, cuando el público, bastante numeroso a esas alturas me anima y reprocha por pararme, lo cual me hace empezar a correr poco a poco. Pero cuando pienso que aún me quedan casi 6 km me desvanezco pues es toda una eternidad yendo como voy. Me paro y el público me alienta, empiezo a trotar otros cuantos metros. Me vuelvo a parar y me vuelven a alentar.... Así una y otra vez hasta casi el km 40. Destrozado tras luchar contra mi dolor 4 km decido pararme, literalmente. Entonces oigo en un español muy claro: "Venga joder que sólo quedan dos". Me doy la vuelta y le digo: "No puedo ni andar", a lo que me responde: "No me jodas, échale dos cojones que llevas 40 km, ¿es que no puedes con los dos últimos? Ese comentario me puede y me pongo a correr para ya no dejarlo hasta la meta. En la recta, a unos 500 metros de pasar por debajo de la puerta de Brandenburgo veo a mi madre, y agradezco que no me haya visto antes cuando sufría porque la pobre lo hubiera pasado peor que yo con esto de lo sufridas que son las madres. Según me acerco a la meta empiezo a sonreir y el dolor se me olvida por un rato. Cuando estoy a punto de cruzar miro al cielo y levanto los brazos en homenaje a mi amigo Jacinto. Los últimos diez metros, con los brazos ya abajo, me dejo llevar para cruzar con un tiempo neto de 3h16'41". Entro casi llorando por el recuerdo de Jacinto, decepcionado por no haber entrado por debajo de 3h10, y sorprendido y contento de mi capacidad para exprimir mis últimas fuerzas y no abandonar en los últimos 6 km.

Al fin y al cabo es mi segunda maratón y mi primera gran crisis, y creo que la he solventado bien. Al llegar me como tres caramelos que unas guapas alemandas reparten pues noto que lo que necesito es azucar. Me tapan con una manta térmica y trato de andar hacia la devolución de chips, pues apenas puedo caminar con el esfuerzo final. Al quitarme el chip me empiezan a dar escalofríos y temblores, así que busco un médico sin suerte. Decido ir a por mi ropa y abrigarme, tal vez así se me pase. Me cambio y estiro, y poco a poco voy entrando en calor. Me tumbo en la plaza de la república, descanso y pienso en la grandeza de correr y acabar una maratón. Estoy destrozado pero orgulloso al fin y al cabo.

Media hora después salgo del recinto para los finishers y decido comprar otro vaso de cerveza con motivos de Berlín para el ganador de la porra. Ha sido Paco Dimas, que pensó que 3h10 era un objetivo muy alto. Yo pienso que podría haberlo hecho, pero como me dijo otro corredor en la fiesta de por la noche, hoy valemos lo que hemos hecho esta mañana, y yo hice 3h16'41".

Por último agregar que tuve la suerte de ser apartado en la fiesta de por la noche por los guardaespaldas de Gebre cuando lo llevaban al escenario, así que pasó a mi lado y le pude dar la mano.

La próxima maratón en abril, quizá París. La próxima carrera, el Medio Maratón de Molina de Segura aquí al lado de Murcia, el día 21 de Octubre. Con eso cierro el año de carreras.

4 de octubre de 2007

Mejor marca personal sin objetivo cumplido

La semana que viene escribiré la crónica, pero antes, como anticipo, publicar que corrí en Berlín en 3h16'41", es decir, que no logré mi objetivo pero mejoré en 6 minutos justos mi marca en Nueva York de hace un año. La historia y los porqués... en unos días...